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Write some words about you and your blog here

Tiempos

Más de 4 años de soledad voluntaria y forzada, 5 años que el amor se me presentó, 6 años desde la última proposición. Impericia adquirida para las relaciones.

Pero ya no. Es tiempo de golpear a los sentidos y despertarlos de la somnolencia inducida en todos estos años.

Cansado de dejar atrás sonrisas menos hermosas que la tuya, de ignorar cariño sincero de distintas procedencias, de relaciones vacías donde se intercambiaba sudor en lugar de lo que dicen que realmente vale.

Me agoté de hacer el aviso de servicio público donde cualquier parecido al amor, es mera coincidencia.

Harto de todo esto voy por ti, por tu sonrisa fácil, esa misma que regalas al mundo de manera casi gratuita. Voy por tu corazón idealista, quiero robar tu esperanza por el amor que no conoces, y devolverte eso, amor.

Luchar por ti. Dicen en unanimidad todos los sentidos; a pesar de la primera batalla perdida. Corazón, cerebro, hígado maltrecho, y hasta estómago unidos desempolvan aquellas armas herrumbrosas debido a la inactividad de los calendarios pasantes. Vamos por un sueño en el que no más creímos; la esperanza de conseguir tu esperanza, el ideal de los que no fueron dañados en esta apuesta que significa una  relación.

Es hora de abrir mi mundo nuevamente, presentar a todos mis personajes, héroes y caricaturas. Tiempo de sonreír cada mañana al despertar, y en las noches al dormir.

Esto no es un faroleo, esta es mi mejor apuesta, la que ya me olvidaba de hacer, y es tu felicidad en mis manos.



Tamagochi


¡Qué bochorno en Chiclayo! Es mediodía en esta ciudad, y poco tiempo para hacer paradas en las sombras de ésta, mi ciudad. Tengo que apurarme para llegar al delicioso almuerzo que MamaSarca hará para mi gusto; de ahí un lonche donde Viole, y luego regresar a ver novelas con mi Sarquita hasta que ella se duerma.

Me encuentro  por el centro de la ciudad, buscando un  cargador de celular, que como siempre, y maldita sea, olvido los míos en Lima. Siete soles me cuesta la cuestión,pero no importa, sigo caminando por la avenida Balta, la clásica Balta, la comercial de Chiclayo, el camino hacia el centro de la ciudad.

Sol insolente, me obligas a tomar un helado, ¡Oiga señor heladero! Grito a un ancianito de amarillo con su carretilla, Maestro déme un sándwich, no, no me dé el chico, déme el de tres soles, sí, ese que me va a cobrar cuatro, vainilla, asu, calor de mierda, ¿no?, cóbrese, y póngase su gorrito, cuide su cabecita pues, maestro. El señor heladero, no me dice ni una sola palabra, solo se comunica con sus manos, y al final me sonríe para que siguiera con mi camino.

Sigo mi camino saliendo de Balta, donde al final de la cuadra de la comisaría a la izquierda está la continuación de una de las acequias y a la derecha, el Parque de las Musas. Las sombras que se proyectaban al costado de cada una de las estatuas representativas de aquellas musas griegas provocaron en mí las ganas de tomarme la última pausa antes del suculento almuerzo.

Senos, caderas, algunas más gruesas que las otras, pero siempre frías, me invitaban a acompañarlas, y después de una evaluación, escojo a Talía como mi acompañante. Muerdo el helado, y miro el cielo despejado de Chiclayo, sus alrededores, todo para sentir mi ciudad. Algo me ataca desde abajo, de rápida sorpresa, alguien se apega a mi pierna en llanto.

Oye niño, no, no soy tu papá, seguro debe estar por allá. ¡Anda con él! Le repito mientras él seguía llorando. Él me sigue apretando por el lado de la rodilla, mientras yo miro a los alrededores para ver si localizo alguna cara de desesperación en búsqueda de su pequeño infante.

‘Tío Juan, tío Juan’, me dice mientras llora. ¿Y ahora qué hago? Ya me fregué por tener cara de conocido, ¿cómo me deshago del mocoso? Pienso de manera intranquila buscando una solución. Con algo de fuerza lo cargo y separo de mi pierna, lo llevo a la altura de mi cara, y nos miramos frente a frente, sus ojos grandes y celestes, su boca chiquita y su rostro blanco pero sucio por las lágrimas y la tierra me miran fijamente.  Me sigue llamando Juan con esa mirada de cachorro, entonces fue imposible para mí mandarlo lejos, le di un pequeño pedazo que quedaba del sándwich, y lo tomo de la mano para emprender una caminata juntos.

¿Sabes? Tu ropa está sucia, ¿dónde te has caído? ¿En la guarida de las tortuninjas? Le pregunto, noooooo, allá yo taba con oto ninio que… que…, él se traba un poco, quizás por el susto, yo lo miro fijo mientras espero que termine su explicación… que… que… que…gugaba al ampay… me dice. Ah, a las escondidas, ¿jugabas a las escondidas? Y él responde con un “Tí” ¿Cuántos años tienes? Pregunto “Tes” me dice levantando tres deditos.

Buscamos en la zona de juegos para niños del parque a sus papás, damos unas cuantas vueltas, le pregunto si ve a sus padres, me dice “no tan mi”.

Ya es hora de almuerzo, estoy perdiendo el almuerzo de mi Sarca, y seguimos en el parque, me acerco a las personas adultas que estan por la zona de juegos, me dicen no reconocer al niño, o simplemente que recién llegan al parque, ‘ai joven, déjemelo llevarlo pa’ la comisaría, ahí debería estar sus papás, ¿dí??’ me dijo un tipo sospechoso de alrededor de 45 años. No jodas, con esa cara de traficante no te confío ni una servilleta, pienso. Pero le digo, No se preocupe caballero, yo lo encontré, y yo mismo me encargo del pequeño; voy a seguir buscando, gracias… El tipo me pide una propina, es pa’ dejarlo tranquilo, me dijo, le repliqué, me vas a dejar tranquilo aunque no te dé nada, así que arranca.

Cuando el sujeto me da la espalda  añado susurrante… sigue tu camino derechito a la mismita mierda.

-Tío!!! Uyuyuyuyy dijite la mala lisura!!!
-Shhh, no, no lo hice, yo dije mirra. ¿No sabes lo que es Mirra?
- mmm mmm- me dijo ese clásico No zarandeando su cabecita.
-Es una cosa que le dieron al Niñito Jesús cuando nació.
- y … y…  qué es ninito jeshú?

'Carajo, el niño es judío', pensé asumiendo sus ojos celestes y color de rostro.

Le dije que era un niño que siempre se portaba bien, y que siempre está por ahí, además que es bien conocido. Nervioso le dije, ¿Vamos a tomar helados? tragídico. Él se alegra, y me apreta más la mano mientras caminamos de nuevo hacia la avenida Balta en busca de la heladería.

¿Y cuál es tu héroe favorito? Le pregunto. ‘Ben dié (Ben10), cu…cuando se se coviete en etaterreste, y pushhhhhh y salva el mundo, ¡sieeempe!’y Sportacus, ¡siempe le gana a ..a lobi loten, él siepe etá con estefani!’ Me responde haciendo saltos con una sonrisota.

El otro día vi a mi primito con unos Pokemones, ¿sigue dando? Le vuelvo a preguntar. ‘Siii, pikachu, bolbasor, atak tueno…viste cuando Ash, le ganó a Gary, y…y cuando pikachu grita, ATAC TLUENOOOOOOO’ Me suelta la mano y trata de imitar al roedor amarillo, ese momento tierno fue una delicia cómica.

 Jajaja, claro, yo veía cuando antes eran sólo ciento cincuenta Pokémons ahora son un cu…digo, un montón más ¿no? Él me mira con extrañeza, y le repregunto, ¿son un montón, no? Con Chikorita, ¿Trecko? ¿Torchic? ¿No? Él se sonríe mucho más y afirma con su cabeza, me pregunta si seguía viendo. Le digo, a veces, pero es feo cuando te vuelves viejo, pero me gustaba Charmander. Y seguimos conversando de los pequeños mostritos hasta llegar a la heladería.

Llegamos al Greycy, una conocida heladería del centro, le pido un helado de 3 bolas en vaso al niño; él mismo elige sus sabores, chocolate, chocolate y…chocolate. Y yo los mios, chocochips, chocochips…y vainilla.

¿Sabías que cuando tenía tu edad y salía del dentista, mi mamá me traía acá por ser un niño valiente? Le comento, pero él sigue disfrutando su helado, con una voracidad que parecía que no había ni desayunado, bueno, yo te decía por si te interesaba, pero, sigue está bueno ¿no?, le hablaba, pero no obtengo respuesta, bueno, sigue comiendo nomás, dije con desdén dado que no me daba bola.

 Terminados los helados, nos quedamos mirándonos la cara, yo pensaba en qué hacer, pues no quiero llevarlo a la comisaría dado que no confío en el trato que los policías puedan darle, o seguir buscando en la ciudad, me desanimo pensando que antes hubiese sido fácil, pero Chiclayo ahora es una ciudad más grande. Y lo sigo mirando, como si él me fuera a dar una solución.

‘Tío, caca’ me dijo de repente. ¡Puta madre¡ grito por dentro, y con un control bastante fuerte no lo exteriorizo.

Lo cargo, cojo las servilletas de mi mesa, y cargándolo lo llevé corriendo al baño; lo espero un momento, le pregunto si ya está y le agradezco al cielo que la experiencia no fue difícil, pues ya sabía cómo limpiarse el poto.

Salimos de la heladería y nos sentamos en la plaza de Chiclayo, le enseño con la mano cuál era la catedral y la municipalidad. De repente le pregunto algo que pensé que no sabría por su edad, ¿Dónde vives? En Pimentel, me respondió.

De inmediato lo vuelvo a cargar y tomo un taxi, le digo que me llevara a Pimentel de inmediato. Llamo por celular a MamaSarca, le digo que me había encontrado con un amigo, que me guarde la comida para el lonche. Cuelgo el celular, miro a mi acompañante, pero él esstaba durmiendo en mi regazo. Lo abrazo, y veo como el taxista me mira por el espejo retrovisor.

¿Es su hijo? Me pregunta. No, es solo el hijo de un buen amigo que vive en Pimentel, le comenté. El taxista de bigotes me replica, son lindos a esa edad pero también terribles, hay que tener suerte para que te toque uno de espíritu tranquilo. Con una sonrisa le afirmo que estaba de acuerdo, aunque la verdad no tengo la certeza de qué me estaba hablando. El señor me sigue hablando, aunque a veces los moviditos terminan siendo los más exitosos por ser aventados cuando son grandes. Yo le respondo, ¿Será, no?  El taxista se sonríe, y me dice, ya sabrás cuando tengas uno tuyo, parece que le caes bien a los niños; será fácil para ti.

Nos bajamos del carro, y cargo al enano durmiente, empecé a consultar por varias cuadras a señoras si conocían al niño. Pero me decían que no, algunas se ofrecían a cuidarlo por lo bonito que era, pero les decía que prefería hacerlo yo, utilizaba la excusa que era un policía y hoy es mi día de licencia.

Ya son las 5 pm; y he caminado prácticamente todo el día con el calor de la ciudad. Me siento en una banca del malecón, viendo unas lindas féminas pasar, o mejor dicho, desfilar, porque eran niveles de Misses, todas ellas   me miraban con ternura como abrazaba a mi supuesto hijo. Algunas me dicen qué lindo tu niño, yo les respondía gracias, y a las de mirada más coquetas les informaba que falta la madre para hacer la familia.

Una vez más lo alzo, para ir al muelle de Pimentel, a ver el paisaje desde allí, y un aparatito cae de su bolsillo hacia mi zapatilla que amortigua todo el golpe de la caída. Él se despierta, y grita Mi Tamagochi.

Lo recojo, y exclamo,  asu mare, hace años que no veía ni uno de estos, tuve uno hace más de 10 años, en una Navidad que siempre olvidaré, pero el regalo no.

¿Es tuyo? ¿Quién te lo dio? Mi papi, me dijo. Wow, seguro era de él, el niño asintió con su cabeza, y me comenta, me lo dio poke le pegó a mi mami, chempe me da algo cuando hace llolal a mi mami. Me lo dice llevando su mirada hacia abajo.

No lloraba, pero su mirada me llevaba a creer que esa expresión era un tipo de resignación, quizás desaprobando lo que hacía su papá, aprendiendo a tan corta edad a conocer de temas complejos y delicados de la diferencia entre lo bueno y lo malo, su mirada seguía hacia abajo, sus cachetitos se hacían bolitas, mostraba un silencio, le devolví su tamagochi, lo tomé de la mano, ‘¿por acá es tu casa?’ le pregunto, él con su cabeza me dice que no. Seguimos preguntando a cuanto transeúnte pasaba, pero la respuesta era la misma, nadie lo conocía. ‘Ya es de noche, vamos a Chiclayo’

Mientras esperamos que pase un taxi comienzo a divagar para él, y le digo, yo no sé si los papás tiene por tradición regalar un Tamagochi por cada cosa mala que hacen, debe serlo, al menos hace 15 años, eso era un regalo de primera, y lo tuve pero en malos momentos.

Llega un taxi, y subimos. Yo sigo con la divagación. A mí me lo dieron en una de aquellas fechas que se llaman Navidad. Mis papás estaban peleando cuando abrí el regalo, y toda esa cólera usurpó la alegría de cuando abrí el regalo. Aún así no le guardo rencor al aparatito, sino a la fecha, este aparatito me hacía olvidar los problemas de adentro siempre que lo jugaba en la puerta de mi casa alimentando al dinosaurio que hay ahí. Tú deberías hacer lo mismo, acá estamos para entretenernos. Ja, lo gracioso es que la Navidad es el cumpleaños del niño Jesusito, ese que quizás sea tu amiguito, ¿qué dices?… pucha, ¿te quedaste dormido de nuevo? No importa, meme pequeño… meme. Le acaricio la cabeza.

El camino se hace difícil para mí, se hace muy tarde y no podía retenerlo, a lo mejor me podrían acusar de secuestro, o de haberme levantado al niño, eso me deja mal parado ante cualquier cosa, pucha, ni se lo llevo a mi Sarquita que se enamoraría de él, y cuando se tenga que ir seguro que llora. Puta madre, no me queda de otra, tengo que llevarlo a la comisaría, y ahí negociaré para que yo lo cuide en alguna casa, quizás la de Viole, ahí hay algún espacio.

Le dije al taxista que se dirija a la comisaría que está por Las Musas. A los 10 minutos estuvimos ahí. Justo en el taxi había una manta, le pedí al taxista que me la vendiera, para cubrir al niño, pero finalmente me la regaló. Lo abrigué, y lo cargué.

Camino lentamente hacia la comisaría, acariciando su espalda para que se mantuviera tranquilo en su sueño. En la entrada de la comisaría veo a una chica de rasgos mestizos profundos llorando; la mira y sigo mi camino.

Jefe, buenas noches, vengo a reportar a un niño perdido, mejor dicho, vengo a entregárselo como se da cuenta. Le digo al oficial, mientras le quito la cobija al niño. De repente unos gritos de ¡Señor, Señora! , y varias veces ¡El bebe! Empezaron a sonar. Inmediatamente la chica que me crucé con un tipo alto, blanco y de rasgos judíos me abordó, y una mujer de pelo negro, delgada, espigada y rasgos finos me rodearon. Las dos mujeres estaban llorando, yo estaba con cara de sorprendido.

El oficial preguntó si el niño era hijo de ellos, a lo que respondieron que así era. Me sonrío, y miro hacia arriba con alegría, les dije qué bueno que al fin los encuentro, no se imaginan todo lo que estuvimos buscándolos. Le entregué a la madre a su hijo. Le conseguí una cobijita para que no se enfríe con este viento, le comenté. Y sin esperarlo un puñete me cae de lleno en la cara.

El padre está hecho un energúmeno, yo no entiendo qué carajo está pasando. Sólo empecé a gritar, ¿qué chucha pasa?

Lucinda, ¿es él no? ¿Es el que viste? Pregunta el tipo a la chica que al parecer era la encargada del niño. La mujer no dice nada, solo asiente la cabeza, y también evade mi mirada, ¡oye mujer! ¡qué carajo estás hablando! ¡Nunca te he visto en la vida! Le grito a la criada. El hombre me empuja, y otro puñete me cae en la cara, mientras los oficiales se acercan, el hombre me da en el estómago, los gritos empiezan a hacerse fuertes, y el encolerizado padre se va encima de mí, seré malo peleando pero una al menos le tengo que dar, y así fue, un quiño le alcanzo a dar en su pronunciada nariz judía. Luego los policías nos separaron, te voy a matar violador de mierda, me grita, te vas a podrir en la cárcel, y si tocaste a mi niño yo mismo me encargaré de que te maten a ley de burro hijo de tu madre, sigue diciéndome, ¿Qué? ¿Me vas a pegar como le pegas a tu mujer maricón de mierda? Le replico.

Tras decir esto un oficial me dio un cocacho para el recuerdo, lo miro, le digo mi nombre, y que juzgue por mi apariencia si tengo pinta de violador, acá cualquiera es sospechoso, me responde, no sea pendejo jefe, haga todas las pruebas antes de meter golpe, le increpo.

El capitán de la comisaría sale de su oficina, usted está detenido bajo sospecha de secuestro a un menor. Mi sorpresa es demasiada, pero jefe esto no es así, mi abogado está en Lima, oye chica, no seas mentirosa, reconoce que se te perdió el niño, yo no le haría daño jamás, reconoce y si este ñangón te hace algo, ¡yo te ayudo! ¡Cualquiera tiene un mal día, los niños se pierden fácil! ¡Oiga oficial, suélteme no es necesaria la fuerza! ¡Señora, mire a su hijo, está tranquilo, no ha pasado nada!

La madre llora mientras abrazaba fuertemente a su niño, y empieza a hacer llanto. ¡Tiene que creerme, yo no soy ningún delincuente! ¡Yo cuidé a su niño de peores depredadores! ¿Le tiene miedo a su marido? ¡Hay recursos! El padre grita que me aparten de su familia, no sin antes recordarme fuertemente a mi madre.

El niño se despierta, y mira como me tienen los policías, cuando yo forcejeo solicitando negociación. Tío Juan, tío Juan, ¿on te vas? Me dice, a ningún lado, pequeño, a ningún lado, le digo.

Los padres se miran uno al otro, y él se me acerca para lanzarme a un bofetón que esquivo, ¿o sea te hiciste pasar por mi amigo para irte con mi hijo? Me grita. No imbécil, ¿por qué serás tan esúpido? ¡¡El niño se me acercó porque tengo cara de Juan!!  El niño le grita a su papá y le pide que no me pegue, ¡papi, no mi tío Juan, no! Y se pone a llorar. El papá se acerca a su hijo, y le pregunta, ¿te ha hecho daño, hijito? El niño zarandea su cabecita, y grita ¡NO¡

¿Ya ven, qué esperan para que me suelten? Les grité.

El hombre se calmó, y todos los oficiales también, soy inocente, lo encontré al mediodía sucio en el Parque de las Musas donde estaba tomando un helado sentado al costado de Talía. Sé que debí traerlo de inmediato, pero no confío en el trato de los policías en la comisaría, porque yo también me perdí cuando era niño. Señores, su hijo estás bien, es un lindo chico, bastante calmado, dicen que hay que tener suerte para que toque uno así, seguro lo heredó de la madre. Señora…su hijo no miente, si tiene problemas, tiene que hacer algo.

Su esposo se me acerca nuevamente, los policías se ponen nuevamente alertas, me dice, cállate, igual te vas adentro, al menos hasta que aclares a esta persona.

De repente aparece el hombre de cuarenta y cinco años que en primer lugar se ofreció a llevar al niño a la comisaría, sí ese mismo sospechoso que me pidió una propina por tranquilidad me había acusado. Lo miro sorprendido.  Miro a los policías, y les explico nuevamente, les indico que este tipo era uno de los depredadores, el oficial me dice que los padres apoyarán su denuncia hasta que se compruebe que el niño no tiene ninguna lesión por abuso. El hombre señala en mi cara que desde un inició tuve actitudes sospechosas y hasta parece que vio un toqueteo inapropiado de mi parte. No voy a discutir a un drogadicto como tú. Le dije.

Ya estoy cansado de argumentar, señor oficial, haga lo que tenga que hacer,  ojalá tengan un buen colchón en su carceleta, o donde me lleven, si hay compañía denme un pañal de acero, no quiero un happy ending hoy, le dije al policía, por favor, llévenme con tranquilidad no quiero que el niño se impresione, suficiente espectáculo tiene en su casa con su papi. Le dije al policía. Los padres empiezan a firmar unos papeles mientras a mí me llevan a una oficina.

El niño se suelta de su madre, y se va corriendo hacia mí, tío Juan, tío Juan ¿on te vá? Me pregunta, a ningún lado en especial pequeño, ya es hora que me vaya a hacer la meme, y tú también, le dije con una sonrisa, luego nos juntamos para tomar un helado ¿ya?. Ya tío Juan, y me abraza a la pierna y yo le acaricio la cabeza.

 El padre se acerca a su hijo con vehemencia, pero la mamá lo jala para que no haga algo inapropiado, el chico está tranquilo, le replica a su esposo.

Anda con tu mami, bien bonita es, ¿no? Y él me responde con un “Ti”. Miro a la mamá, y en sus ojos reconoce mi inocencia, le pregunto, ¿cuál es el nombre del niño? Ella titubea, pero finalmente me dice,  se llama Julio. Es un excelente nombre, le digo con una sonrisa, si no me cree, mire mi DNI. Cuídese del catchascanista, le digo a ella y miro a su esposo que estaba amargo con una sonrisa de cacha.

Mientras me llevan a la otra celda, el guardia me pregunta, ¿has estado todo el día con él, y no sabías su nombre? Le respondo diciéndole que que supone que no lo iba a tener todo el día, además, no quería encariñarme al saberlo. Oiga jefe ¿La tengo difícil? le pregunto.

No creo, al menos yo te creo, y seguro el capitán también, para mañana si viene tu abogado estará resuelto, ese judío es jodido, bajó un buen billete para acelerar su denuncia, y dio plata para gasolina a los patrulleros, y ese tío idiota que también te acusó, es un fumón de la Victoria. No se preocupe joven, está fácil, pero hoy no duerme en casa, pero duerma tranquilo, nada le va a pasar, ese narizón estaba jodiendo todo el día,  hace rato todos queríamos meterle un gancho a esa ñata judía, y usted lo hizo.

Ya me imaginaba, le respondo. Tengo derecho a una llamada, ¿no? Sí, joven, espere que ahorita le aviso cuando la línea esté libre. Me responde el oficial. Quédese en esta oficina.

Ahora, en esta oficinita que sirve como celda provisional, me encuentro acá sentado reflexionando todo lo que ocurrió este día, cuidé a un tocayito un día entero, y a cambio me dieron una paliza y detención, ay carajo, esto me pasa por ser tan…¿paternal?, no sé, no es mala idea.

Es Catorce


No recuerdo si fue el año pasado, tal vez el  ante año, quizás fue hace tres años; en realidad no importa. Porque todo pasado se guarda en el mismo cajón. Aquel cajón donde todo lo malo borra lo bueno, y los mejores momentos se llenan de polvo hasta desaparecer en lo más recóndito de nuestros recuerdos.

Recuerdo que aún no me había mudado, seguía en las calles de Jesús María, caminaba sin percatarme del calendario; no me acuerdo de donde venía, pero por la dirección donde ocurren estas cosas asumo que solo a mi casa me iba.
Definitivamente era un día de San Valentín, salía del trabajo que tenía como auxiliar en la agencia de aduanas líder del país. Aquel día una niña con bastantes flores se me acercó y me quiso vender una rosa que según ella haría feliz a mi pareja,y con sarcasmo le dije no, gracias, ando solo, ¿no ves? La niña me dijo que era un imbécil, idiota, tarado, terminó gritándome que por eso estaba solo. Y se fue.

Después que se fue, me percaté lo tensionante que es este día.

Dando unos pasos más, alcé bien la mirada, donde me di cuenta que la urbe estaba prácticamente en la calle, todos en pareja, las chicas tenían un ramo en una mano, y en la otra, la mano de su enamorado, mientras que en la mano que sobraba del hombre, presumo que  se acomodaban el miembro erecto que se ha levantado, de saber que ese día tenían reservado una habitación de hotel.

Puta madre, me dije en el paradero. Todos los carros llenos, si hacía la suma matemática era siempre lo mismo en cada línea, las cousters tenían adentro a 40 mujeres con 40 hombres, todos enlazados, era el día que la chica se podía sentar suelta de huesos en la pierna de su enamorado, sin que una vieja anciana pensara que esa niña era una perdida.

Cansado de que todo el mundo me diga con su felicidad que soy un solitario, decidí encerrarme en mi mundo, alentándolo en el deporte que más me gusta, caminar. Caminé y caminé por alrededor de dos horas toda la Arequipa hasta llegar a Cuba, de ahí seguí de frente hasta llegar a la Brasil. Cuando llegué a la avenida Bolivar, carajeé, el huevón se volvió a pasar, me insulté.

Fui a buscar a una buena amiga que vivía a unas casas de donde estaba parado. Más que amiga es o casi se podría decir una ex, total, reflexionaba que nuestra pequeña historia acabó bien, somos amigos después de varios años, y sería bueno saber de ella, lo último que sé de ella es que estaba soltera.

Toqué su timbre, y su papá, que siempre quise como suegro, y él a mí como yerno, me dijo, lo siento hijo, ha salido con no sé que grandazo. Le dije, no se preocupe señor, seguro fue en son de amigos. Seguro hijo, me respondió. Nos despedimos y giré 180 grados. Al salir de su casa, la palabra soledad estaba estampada en mi frente.

Serían las 10 de la noche mientras todo esto pasaba, la chica que fui a visitar vivía en la avenida Brasil, me metí al mercado de Jesús María que seguía abarrotado de parejas, era demasiado amor, no solo me sentía triste, sino enojado por ellos, ¿cuánta gente podía caer en este truco de mercadotecnia para salir masivamente a las calles? ¿ y qué tan profundo?

Seguí pensando en eso hasta que caminé por la iglesia San José, curiosamente no estaba poblada de gente. Miré a la zona superior, donde están los picos de esta bella iglesia, y exclamé no de una manera muy bulliciosa, Jesús, todos se acuerdan que tú eres amor, pero te ignoran cuando recuerdan tu sacramento de matrimonio. No voy a negar que sonreí diciendo eso. Pero todo acabó cuando iba a seguir mi camino a casa, una chica en la puerta cerrada de la iglesia, sentada, y llorando a vivo llanto.

En un principio la iba a evadir, es más, la pasé, sin interesarme por su pena, pero tras diez pasos, volví atrás, era una chica bastante simpática, pelo negro ella, clara de tez, bien vestida, y con los ojos tan rojos como alguien que vive dentro de una piscina de cloro. Me paré al frente de ella, y dudé si hablarle, el solo hecho que sea simpática me ponía una barrera para hablarle.

Tripas corazón, necesité coraje para lanzarle las primeras sílabas. ¿Estás bien? Pregunté.

Ella seguía llorando, con su manga derecha en sus ojos, y con su mano izquierda alejándome. Le pedí que me disculpara, que no me iba a retirar, no es común ver a alguien llorando en la puerta de una iglesia, y agregué que por su pinta tampoco creía que ella venda caramelos domingueros. Como ya estaba metido con ella, solo atiné sentarme a su costado. Y nuevamente le pregunté, ¿qué pasa?

Ella me miró con sus ojos rojos, suavicé mi mirada,  y entró en llanto un par de minutos más; suspiró, inhaló y exhaló el aire. Ella me dijo que estaba pasando el peor San Valentín de su vida, no lo dudo, le dije, pensaba yo era el peor perdedor, pero … ahí no más dejo mi comentario, pero por favor, dime que pasa, te invitaría un café, pero todo está lleno.

Ella me negó la invitación con una simpleza única, me miró de pies a cabeza, y atinó a decir, que no me iba a aprovechar de su tristeza; le dije que no sea viva, por no decir pendeja, que no era mi intención, por favor dime qué es lo que pasa, le insistí. Ella alzó su dedo, hacia el parque San José que está al frente de la iglesia. Mira esa banca, allá está mi enamorado.

Miré bien, hacia donde su dedo apuntaba, vi a un tipo en una banca en arrumacos con una chica, le pregunté, ¿es él tu enamorado, o tienes una relación abierta? Ella me dijo que no me haga el idiota, supuestamente él debería estar en Pucallpa con su familia, pero no, está ahí con una trampa. Y volvió a llorar tremendamente.

Me levanté de su costado, titubeé bastante sobre qué decirle, le pregunté si ya se había acercado, ella me respondió siempre fastidiada, que él ni siquiera sabía que ella estaba ahí, sino ya se hubiese ido, que no me haga el idiota, y piense más en mis preguntas.

Ese último insulto hizo que me pare, la miré y le dije, este idiota te va a ayudar, y crucé la calle. Ella me quiso detener sujetando mi camisa, me solté de una manera brusca, no gritaba porque no quería ser notada.

Crucé la pista, y me acerqué al tipo, le dije, buenas noches, no quiero interrumpirlos pero debo, no me conoces, y yo tampoco, no sé pelear, pero puedo conversar, en fin, ¿no deberías estar en Pucallpa?

Él me miró, y me preguntó quién yo era, sólo un huevón que se cruzó con alguien que está llorando en la calle, le respondí. Miré a su acompañante, era menos agraciada que la chica que lloraba en la iglesia, le pregunté si era consciente que era una trampa, qué chucha te importa huevón de mierda, lo cual me hizo saber que en verdad era consciente de ser la otra, volví a mirar al pata y le dije que esa boquita es amarga, porque no es de caramelo, el tipo se levantó, y me cogió de la camisa, me dijo por qué mierda te metes en huevadas que no son tuyas, le dije que era un pobre idiota, si vas a trampear no lo hagas en cualquier calle, mira hacia atrás tuyo, y verás que no puedes dejar a una chica así, este día es absurdo para los hombres, pero a ellas quizás les significa algo, la chica de la iglesia seguía llorando sentada, el tipo me dijo qué mierda había yo hecho, no he hecho nada, solo te vine a decir que acabas de terminar tu relación. Y me soltó.

¿Cómo puedes hacer esto? ¿Cómo puedes ser tan egoísta? ¿Por qué mentir? ¿ No pudiste aguantar hasta mañana a estar con la trampa? Ella es simpática, quizás algo ruda, y apasionada,  qué pendejada, tú tienes a alguien llorando por ti, alguien que le puedes dar una flor, y dar felicidad, lo hubieses hecho. Mira esa imagen, llorando frente a la iglesia. Le reproché.

A ti no te interesa esto, sapaso, yo no la quiero, y se lo iba a decir ni bien regresara de mi supuesto viaje, tampoco soy tan basura, no le voy a cagar el catorce…lárgate huevonaso, no tengo que darte explicaciones, voy a empezar a sacarte tu miseria si no te vas.

Solamente voltea a mirarla, sé hombre y díselo, acaba bien, ya la cagaste, díselo, y … y… carajo, díselo! Le grité.
El tipo volteó a mirarla, ella se iba acercando, y le dijo, no te acerques, me acuerdo el momento totalmente claro, a pesar que estaban a más de 70 metros, sus miradas se cruzaron de manera perfecta, como si un hilo estuviera perpendicularmente al suelo, como si los atara.

No te acerques por favor, no te quiero, me cansé de ti, no te siento compatible, no quiero tus problemas, no actué bien, y sería bueno, que dejes de caminar hacia mí, nada bueno va a salir de esto. Lo siento, no puedo más con nuestros problemas, y hasta acá quedó esto. Le dijo el tipo de manera autoritaria.

De repente, volteó para darme un golpe, lo evadí sacando una agilidad que no me conocía, y en ese acto, unas llantas sonaron, la amante del tipo gritó, volteé hacia la chica de la iglesia, y estaba ahí parada al costado de una camioneta, que le tocaba el claxon, el chofer bajó a gritarle, pero ella no hacía caso, se había percatado que el hilo que la unía a ella y a su ahora ex enamorado se había cortado, desde el momento que él volteó para lanzar el puñete.

El chofer seguía gritando, y ella se dio media vuelta, subió a la vereda de la iglesia y desapareció en las calles contiguas,loca de mierda, gritó el chofer mientras subía a su carro. Los tres que estábamos en el parque la seguimos con las miradas, el ahora ex enamorado me miró con bastante ira, le pidió a la chica con la que estaba  que se tomara un taxi, que iba a terminar su tema, la chica le pidió para el pasaje, y él no tenía sencillo; saqué diez soles, y se lo entregué a la chica.

Sé que no debí meterme, lo siento, pero al final, las cosas tienen que terminarse de la mejor manera, a lo mejor no eres tan cretino como quisieras parecer. Le dije. Piérdete imbécil, me respondió, mientras se iba siguiendo a la chica de la iglesia.

Me senté un rato en la banca donde estos amantes hace unos cuantos minutos estaban, pensaba en que nunca tuve un momento de San Valentín en mi vida, este tipo hasta pudo darse dos si lo deseaba,  quizás por eso me metí, no por hacer bien al prójimo, sino por envidia, porque yo siempre soy un impar todos los catorce de febrero.

Aunque a veces pienso que sólo quería joder a alguien por el mal humor que este día me trae.

No es un Sueño

Hola. No vengo para decirte cursilerías ni menos estupideces que nos puedan enemistar más. Sabes que sé que nada de lo mío es de tu incumbencia y viceversa, pero igual, estoy aquí porque siento la necesidad de contarte este sueño que tuve, y espero que me escuches atentamente.

No era un día muy particular cuando lo soñé, fue un día cualquiera, de 16 horas de pura rutina, donde nada nuevo acaecía en la vida. Me acosté a la misma hora que siempre suelo hacerlo, durmiendo como siempre lo hago, primero abriendo la cama, para luego acomodar mi almohada en la cabecera, echarme de costado, abrazando un cojín que inconscientemente te reemplaza. Oré como mi madre me recomendaba y luego cerré los ojos para esperar ver la nueva mañana. Todo eso pasó.

De repente, estaba en una calle de mi ciudad, aquella que siempre dijimos querer ir, pero siempre rechazabas viajar por el daño que puede hacer el calor o el sol a tu piel. Pero allí estaba; caminando, en aquella calle surgente, lotizada, con trochas a sus alrededores, algunas partes con veredas, y rodeadas de casas sin fachadas, llenas de ladrillos demostrando su novedad, o la falta de presupuesto de sus dueños. Otras estaban en fierros únicamente. No sé qué hacía allí, sólo sé que era por algo. Caminé sin importar nada, buscando una pista para esperar un carro que me lleve a algún lado. Finalmente apareció, uno rojo escandaloso, lujoso, lunas polarizadas, de donde bajaste; y entendí el propósito del sueño.

Exclamé tu nombre y tuve la intención de acercarme, pero tu acompañante, el chofer del auto, bajó, me miró desafiante, mientras que tú ignoraste mis llamados, mostrándome tu espalda, aquella que ya he visto varias veces algunas felices, otras con el mayor desaire.
Di media vuelta, me introduje nuevamente en la arena de las construcciones, resignado, porque una vez más, me rechazaste. Seguí haciéndolo hasta que vi pasar el auto rojo, delante de mí, no lo pensé mucho, pero si me remordí bastante por eso, sé que no debo o debí hacerlo, pero igual fui a buscarte. No caminé para buscarte, corrí, y te alcancé.

El sueño fue real, lo recuerdo como una secuencia vivida, mas no como una seguidilla de imágenes, porque aún tengo el recorrido de pies a cabeza que hice cuando te tuve al frente. Sandalias sofisticadas, pantalón Beige, blusa blanca, collares de perlas, pulseras de plata en tus dos brazos. Tu tez seguía siendo atractiva, sin tocarla uno sabía que era suave, y tu aroma siempre seguía siendo el mismo. No habías cambiado. Te sacaste los lentes negros, y tus ojos estaban más vivos, quizás esa fue la mayor diferencia desde la última vez que te había visto. Me abrazaste para confirmar lo que pensé de tu piel, tu aroma suave pero penetrante encandiló mi casi nulo sentido del olfato, mientras tu pelo negro y largo siempre bien cuidado acaricio mi hombro y mi rostro. Me sostuviste un momento, sí, tú me sostuviste porque yo estaba atónito por el momento; cuando regresé en mí, nos separé.

Miré tu rostro nuevamente después de ese abrazo, se te veía mayor, como si quince años más hubiesen pasado sobre ti. Te dije un frío ‘hola’ para empezar la charla, me respondiste con una sonrisa, y tu ‘hola’. Me pediste que te acompañara caminando, ninguno de los dos sabíamos que hacíamos allí; te pregunté qué había sido de tu vida desde la última vez que nos vimos. Me respondiste que todo te iba bien, que hiciste todo lo que habías querido hacer, viajaste por las mejores ciudades del mundo pero sólo a lugares urbanos y desarrollados, ‘sabes que no tolero los bichos, ni el sol fuerte’ me dijiste, vives cómodamente como pude notar por tu vestimenta, y si bien no estás casada, te va ‘bien’ en el tema del corazón. Pude notar cómo se desvanecía la viveza de tus ojos al decir ese bien. Por eso sólo te respondí con una sonrisa hipócrita, el típico ‘me alegra bastante’ y el ‘ves que lo podías hacer’. Luego me formulaste la misma pregunta, y te respondí que actualmente tengo un trabajo promedio, sigo viviendo con mis padres, y "desde que te fuiste...perdón, desde que te vi por última vez", salí con distintas personas, pero estoy soltero. ‘Total, no es algo que me traiga loco’ agregué. Me sonreíste nuevamente, y yo preferí no ver esa sonrisa.

Seguimos caminando hasta que aparecimos en un banco. No recuerdo mucho más de la conversación, sólo sé que no te mencioné de nuestros problemas del pasado, no quería tocarlos, porque sé que eso ya no ayudaría en nada, quizás tú querías hablarlos, porque recuerdo que mencionabas bastante el pasado; igual, la conversación fue bastante entretenida. Aún así, siempre hablé con precaución, lo que estaba haciendo era muy riesgoso, no podía caer nuevamente en la prisión de mis sentimientos por ti.

No es bueno recordarlo, lo que hiciste no tuvo nombre, me dejaste sin decir palabra alguna, a pesar que hasta el último día vivimos como los mejores amantes del mundo, pero elegiste otro destino, para buscar el futuro que no te podía, y seguro no te podría dar, aquel de los lujos y la vida holgada. Esa vida que tuve que pagar con dolor del corazón, y sufrimiento, para que puedas pasar a tu siguiente página,que pienso en realidad, quizás la mejor de tu vida.

Entramos al banco a buscar un cajero, a pedido tuyo. De tu enorme cartera, como las que te gustan, sacaste tu billetera, grande, marrón y de cuero, vi todas tus tarjetas, y sacaste una al azar. Me aparté un momento para que hicieras tu transacción; veía los vidrios que fungían de paredes del banco; cuando miro la entrada veo a tu acompañante, sí, a ese señor del carro, el hombre maduro, de traje elegante, el mismo del que renegué por años después del alejamiento. Él venía hecho un energúmeno; por dentro pensé ‘la cagada’ pero te pasé la voz de manera tranquila, me empujó y fue directo hacia ti.

Empezaron a discutir, él gritaba y me señalaba constantemente, y tú llorabas desde el primer momento, seguro fue un bullicio que mi sueño no permitió que lo escuchase, veía como él te jaloneaba al reclamarte, de repente el sonido regreso al sueño, y empezó a gritarte: ‘¿no eres feliz con lo que te doy?’ y el tipo también entró en llanto; te empujó, y sacó su billetera, empezó a tirarte las tarjetas que él tenía, y todo su efectivo, podía ver como los billetes llegaron a contornearse alrededor de tu cuerpo. Y tú llorabas, y me mirabas, y con tus lágrimas me llamabas.

El hombre, tu pareja, te jaló el collar de perlas del cuello, cada una de ellas empezó a rebotar por toda la sala del banco, donde los tres estábamos, vi como las perlas llegaban a mis pies y los rodeaban, cuando alcé la mirada, tú estabas ahí, al frente mío, llorando, pero viendo ahora con tu mirada la ubicación de él. Había saltado el umbral de los cajeros, y se internó en una bóveda, abrió un casillero y saco una caja, la abrió y estaba llena de joyas, tú seguiste tu llanto, porque el tipo empezó a lanzártelas, luego regresó hacia a ti; y te colocó un collar de diamantes, te jaló para otro lado dentro del banco, uno donde la iluminación era insuficiente. Yo los seguí con la mirada; para él yo ya no estaba allí adentro, arranco un pedazo de tu blusa, donde pude ver el desnudo de tus hombros, tú seguías en llanto, y él también, llorando porque él no comprendía por qué su dinero no era suficiente para ti. Quiso besarte, pero no te dejabas, me mirabas, me llamabas, llorabas, y gritaste pidiendo que yo te perdonara. ¡Ayúdame! Me suplicabas. Con tu rostro quince años mayor, me seguiste mirando, me seguiste llamando con esa mirada, y me seguiste pidiendo perdón.

Yo seguía en el mismo lugar, parado, viendo como todo transcurría, créeme que no estaba nada sereno, quería y no quería ayudarte, por un lado, tus problemas no son de mi incumbencia, ni me deberían importar, pero por otro lado, no soportaba como ese animal te tratara así. Tus lágrimas no dejaban de parar, y tenía que tomar una decisión; me acerqué hacia ustedes y mientras él me daba la espalda, te miré a los ojos; y te dije: “Lo siento, no puedo hacer nada” Y me di la vuelta, lloraste gritando y pidiéndome que no me vaya jamás. Me paré, lagrimeé y di la vuelta nuevamente, pero, me desperté.

Ese fue el sueño. Eso fue lo que soñé hace quince años.

Te repito, hoy vine para contarte lo que soñé, para decirte lo mucho que sentí ese sueño, para mí fue un episodio, algunas veces sentí que debí contártelo hace años, pero ¿para qué? ¿Para ver tu espalda de la indiferencia nuevamente porque pensabas que iba a lanzar la sarta de tonterías que podían salir de mi despecho?... Quizás debí intentarlo a pesar de tus negativas. Al final con el paso de los años terminé olvidándolo. No. Lo terminé ignorando. Y ese fue mi principal error.

Debí saber que no debí verte siquiera, que nunca debí buscar la conversación contigo, porque sólo así todo lo que te he contado no hubiese pasado. Pero qué iba a saber que la semana pasada estaría en mi ciudad, supervisando los terrenos que heredé de mi abuela en mi ciudad, sí, los surgentes y llena de trochas, y que tu pareja era el que los quería comprar, pero tú ibas a realizar el trato. Por eso estabas allí. Por eso estábamos allí la semana pasada.

Perdón por haberte hablado, y todo esto haya pasado, aún yo teniendo una ligereza de pensar que estaba en una repetición o deja vú , sin advertir el peligro del episodio que se venía.

Finalmente te ayudé, pero igual me fui, pues las heridas se cierran con los años, pero las cicatrices no permiten que olvidemos. No te acogí en mi morada donde sigo viviendo mis días de soledad. Estaba convencido que conmigo no ibas a ser feliz, más allá de las cosas que no te pueda dar, sino por los sentimientos que tengo hacia ti, son todo menos amor.

Perdóname por favor una vez más, por hablarte hace una semana, lágrimas es lo que tengo para ofrecerte, pero eso no va a quitar que hoy, te confieso todo esto, frente a tu tumba. Donde yaces después de darte cuenta que tu camino, no brindaba lo que realmente querías, felicidad.

Tu novia y el puente

Iba caminando por la avenida Javier Prado, en estos malditos días de desempleo, cuando los taxis son un lujo y una sola moneda es un oasis; he decidido caminar para aprovechar el calor del verano y botar algo de sudor que no necesito; así también caminar los más de 30 minutos que te dicen que ya es ejercicio, ver algunos culitos, y por supuesto, ahorrarme esa moneda que es mi oasis dentro del bolsillo.

Mi ruta ya estaba terminando, la verdad que no volveré a caminar hasta mi casa después de dar una entrevista de trabajo. He sudado más de lo que he querido, supongo es bueno, pero los zapatos me han sacado unas ampollas en el talón que me están haciendo parir en cada paso. Ya falta poco, es lo que pienso, con la corbata en el bolsillo, y el saco rondando en mi brazo derecho.

Finalmente llego a mi puente peatonal, digo que es mio, por las innumerables veces que lo he recorrido; siempre le agradezco su existencia, que me libra de torear los carros que cruzan esta recorrida avenida.

Puta madre, a subir los escalones, discúlpenme talones pero el dolor es necesario, más tarde podremos encajarnos una comilona, sin culpa, para emparejar este ejercicio improvisado.

Después del último escalón, llego a caminar al puente, el dolor es fuerte pero soportable; me detengo un momento para sobarme un rato los talones, a pesar que me dan miedo las alturas, me gusta el vértigo y sentir el miedo de caer y chocar contra una couster.

Mientras me pongo el primer zapato, un hombre en un terno más elegante se coloca a mi costado. Yo me considero simpático en terno, pero él es el muñeco de la torta que todas quisieran comer; pero él era un muñeco triste. Su rostro desencajado hizo que le prestara más atención que lo normal. Me coloco el segundo zapato, y reniego del dolor al aire. Él me mira, y me pregunta si vengo de una boda. Le dije que era imposible por la hora, él replicó que me pude quedar de boleto y recién llegar a casa.

Le comenté que vengo de buscar trabajo, y que como nunca me dicen cómo ir vestido, siempre me pongo el mismo terno para ir lo más presentable; él me dice que son cojudeces, y yo le digo que cojudez es llorar al mediodía por no conseguir trabajo.

Me dejó mi novia, fue lo que me dijo directamente a los ojos, en un tono quebrado y con más lágrimas de esas que se dicen de adentro.

Le dije que lo sentía, que a todos nos pasa, que la vida continúa, y mi camino también; me volteé para seguir mi camino, pero él me pidió que me quedara. Le dije de la manera más correcta que me incomodaría estar ahí con él; él siguió insistiendo tanto que mis excusas se fueron degradando a un No Jodas.

Seguí mi camino hasta la mitad del puente, y veo que los vendedores de DVDs se levantaron a gritos de sus asientos de cemento. Puta madre, este Hijo de Puta se quiere tirar, y lo peor de todo es que me llama a su lado para que no se tire. Maricón de miércoles, ahora van a pensar que soy su pareja y que me la como doblada y con nudo; es lo que pensé mientras iba hacia él.

Le dije que no lo conocía, que por favor, que se deje de huevadas, que la vida por una mujer no se acaba, así como la vida sin alguno de nosotros tampoco se detendría, mira que eres pepón, te va a faltar pinga para tu soltería. Terminé diciéndole, no sé qué más decirte.

Se sonrió un momento, y me dijo que podía decirle más que eso, me preguntó por mi estado sentimental; le respondí la verdad, soy un soltero eterno, un enamorado eterno con distintas musas de turno, si soy más específico, me gusta enamorarme más de lo platónico antes que hacer un compromiso donde alguien podría salir dañado.

Me hizo hablar de mi última experiencia, pero no le quise contar detalles; le dije lo que todos mis conocidos amigos saben, a él no le bastó.

Cuéntame lo que te pasó a ti, dame detalles si quieres detalles, fue lo que le respondí.

Hoy estoy aquí, con mi esmoquin negro, vestido para mi boda,a pesar que se supone que me caso este domingo, la conocí hace 4 años después de terminar la universidad. Nunca pensé que la secretaria del rectorado fuera a ser tan bella; y menos pensé que en las 3 o 4 visitas que hice ahí para sacar mi cartón me llevarían a enamorarme de ella. Mi familia goza de opulencia, de una buena y próspera empresa, que seguro algún día será mia, cada día mejora, pero eso no importa para esta historia.

Yo la amé y la amo hasta el cansancio, ella es todo lo que yo anhelaba...

Disculpa que te corte, lo interrumpí, pero dime qué pasó, me imagino que le diste todo lo que querías, viajaste por todos lados con ella, la apoyaste a ella y su familia. Eso está bueno, pero qué te hizo, es lo que me pregunto; no quiero problemas, busquemos soluciones.

Eres una mierda, me gritó, le pedí disculpas por ser tan insensible, pues no quería que se siga arañando el sentimiento. Le dije a él que siguiera llorando.

El prosiguió contestando la información que le pedí. Le regalé un diamante como anillo de compromiso, el más fino que se haya visto acá en el Perú...Pero bueno, todo empezó este mismo día hace una semana en la mañana, hicimos el amor por última vez. Yo la abrazaba cansado después de tan buen sexo, de repente ella se puso a llorar a mi costado, lloraba y lloraba a pesar que la intentaba consolar, y yo no entendía que era lo que pasaba. Nos bañamos juntos, en la ducha, mientras las gotas de esta intentaban apañar mi mirada, notaba que ella me miraba fijamente y como hace mucho tiempo no lo hacía, tomó mi rostro y lo acarició por bastante tiempo, como si quisiera conocerlo nuevamente.

Yo lo oía a él atentamente, apoyado a la baranda del puente, a su costado.

Él prosiguió contando. Después de la ducha, me dijo fríamente que me amaba y se fue del departamento. Y nunca más la vi.

Y seguramente nunca más la ubicaste, le dije.

Él asintió, y me dijo que su novia había renunciado de su trabajo, sus cosas ya no estaban en su departamento, y el número de provincia de la casa de su abuela ya no existía. Simplemente se había esfumado.

¿Y qué haces hoy acá? Le terminé preguntando.

Hoy encontré el anillo de diamantes al fondo de mi cajón de medias. Por siete días pensé que mi único lazo era ese anillo, pero la última esperanza se fue. Me vestí de este trajecito, porque pensé que vestido así iniciaría mi nueva feliz vida. Y no sé si será feliz, pero aún así quiero adelantar el inicio de mi nueva vida, que empezará terminando la que ahora tengo.

Puta madre, exclamo, ahí viene un policía a joder, no te hubieses parado sobre las barandas, alguien ya le pasó la voz, le reproché.

Él se paró nuevamente sobre las barandas del puente.

Me exigió que cumpliera con mi parte y entrara en detalles. El policía intenta venir hacia nosotros, le digo que por favor, se alejara de nosotros, que él tiene la sincera intención de matarse, y que no, no lo conocía y los trajes son coincidencia, que nadie está borracho. Me salió nuevamente la muletilla del Puta madre, y lo mandé a joderse al policía. Él le gritó al uniformado que se alejara, que si da un paso más se tiraría. El policía baja el puente y lo veo hablando con su radio comunicador.

Oye, carajo bájate de ahí, él me hace caso.

Lo siento compadre, le dije y le pedí disculpas llorando. No sé qué mierda decirte, y entré en llanto. Todo ya lo dijiste tú.

Él me miró con cólera, y me golpeó en la cara. La sangre brota y gotea sobre mi camisa.

Perdóname, pero ella me hizo lo mismo, no sé si hablemos de la misma persona, pero hablamos de la misma naturaleza. No te subas nuevamente, por favor, sigo llorando, porque … no sé por qué.

La vida continúa, aunque vas a estar muerto más de un año, un amor como el que ella te pudo dar no vas a encontrar, su pureza y fugacidad es lo que más vas a volver anhelar, su cuerpo será tu sueño. Y tú, tú nunca serás el mismo.

Bájate de ahí por favor, que no me interesa si hablamos de la misma persona, no me preguntes el nombre porque lo he olvidado, como he olvidado su rostro, pero aún así me falta olvidar su voz y los últimos Te Amo que he escuchado en mi vida. No grites, ya llegaron los bomberos carajo, ni te acuerdes del nombre de su ex pareja, porque no soy yo, y mejor que no te acuerdes. Porque aún así yo lo sea te diré que no lo soy.

¿Por qué no tomé esta decisión yo a mi tiempo? Porque no es una alternativa, porque mi religión no me lo permite, porque mis padres están conmigo, mis hermanos, mis amigos, porque hay vida…

Me gritas que no tuve huevos, y te respondí vehementemente con un ¡sí carajo! ¡No tuve los huevos! ¡No para eso!

Él me da la espalda y mira hacia el horizonte parado sobre las barandas. Me dice que él sí tiene los huevos.

Eres un maricón le grité; no sabes que lo mejor de la vida comienza cuando empiezas a depender de ti mismo, a cagarte de risa de lo patético que eras hace unos años.

Él entró en llanto, y me dijo que sí era un maricón, un maricón con huevos.

Gracias por entrar a mi vida en este último día de mi vida. Me terminó diciendo.

Me lancé hacia él, alcancé uno de sus pies, pero no fue suficiente, su peso venció mi cansado cuerpo por la caminata, su cabeza se estrelló contra el asfalto, me quedé mirando su cuerpo en llanto, hasta que los bomberos me abordaron. Me interrogaron y les dije todo lo que querían saber.

Su golpe en mi mandíbula me hizo olvidar las ampollas de los talones, me senté en el último escalón de la bajada del puente, tratando de recuperar los recuerdos que de ella deseché, no tuve éxito.

Él me envidió, por seguir vivo, pensé; pero tampoco pudo confiar en la dependencia de uno mismo, si se lo dice un desempleado con ampollas en los talones.

Pero lo que más comanda mi mente es un Maldita Sea, una maldición por la cólera de no saber siquiera si hablábamos de la misma persona. De la misma ejecutora.

Lo que si es certero, es que ella una vez más apareció en mi vida, esta vez con un final alterno y trágico del que yo no era protagonista.

Hace buen tiempo decidí que todo lo que haga será para contarla, pero este día lo consideraré como la musa que él y yo tenemos; una historia que no quiero contar.