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Es Catorce


No recuerdo si fue el año pasado, tal vez el  ante año, quizás fue hace tres años; en realidad no importa. Porque todo pasado se guarda en el mismo cajón. Aquel cajón donde todo lo malo borra lo bueno, y los mejores momentos se llenan de polvo hasta desaparecer en lo más recóndito de nuestros recuerdos.

Recuerdo que aún no me había mudado, seguía en las calles de Jesús María, caminaba sin percatarme del calendario; no me acuerdo de donde venía, pero por la dirección donde ocurren estas cosas asumo que solo a mi casa me iba.
Definitivamente era un día de San Valentín, salía del trabajo que tenía como auxiliar en la agencia de aduanas líder del país. Aquel día una niña con bastantes flores se me acercó y me quiso vender una rosa que según ella haría feliz a mi pareja,y con sarcasmo le dije no, gracias, ando solo, ¿no ves? La niña me dijo que era un imbécil, idiota, tarado, terminó gritándome que por eso estaba solo. Y se fue.

Después que se fue, me percaté lo tensionante que es este día.

Dando unos pasos más, alcé bien la mirada, donde me di cuenta que la urbe estaba prácticamente en la calle, todos en pareja, las chicas tenían un ramo en una mano, y en la otra, la mano de su enamorado, mientras que en la mano que sobraba del hombre, presumo que  se acomodaban el miembro erecto que se ha levantado, de saber que ese día tenían reservado una habitación de hotel.

Puta madre, me dije en el paradero. Todos los carros llenos, si hacía la suma matemática era siempre lo mismo en cada línea, las cousters tenían adentro a 40 mujeres con 40 hombres, todos enlazados, era el día que la chica se podía sentar suelta de huesos en la pierna de su enamorado, sin que una vieja anciana pensara que esa niña era una perdida.

Cansado de que todo el mundo me diga con su felicidad que soy un solitario, decidí encerrarme en mi mundo, alentándolo en el deporte que más me gusta, caminar. Caminé y caminé por alrededor de dos horas toda la Arequipa hasta llegar a Cuba, de ahí seguí de frente hasta llegar a la Brasil. Cuando llegué a la avenida Bolivar, carajeé, el huevón se volvió a pasar, me insulté.

Fui a buscar a una buena amiga que vivía a unas casas de donde estaba parado. Más que amiga es o casi se podría decir una ex, total, reflexionaba que nuestra pequeña historia acabó bien, somos amigos después de varios años, y sería bueno saber de ella, lo último que sé de ella es que estaba soltera.

Toqué su timbre, y su papá, que siempre quise como suegro, y él a mí como yerno, me dijo, lo siento hijo, ha salido con no sé que grandazo. Le dije, no se preocupe señor, seguro fue en son de amigos. Seguro hijo, me respondió. Nos despedimos y giré 180 grados. Al salir de su casa, la palabra soledad estaba estampada en mi frente.

Serían las 10 de la noche mientras todo esto pasaba, la chica que fui a visitar vivía en la avenida Brasil, me metí al mercado de Jesús María que seguía abarrotado de parejas, era demasiado amor, no solo me sentía triste, sino enojado por ellos, ¿cuánta gente podía caer en este truco de mercadotecnia para salir masivamente a las calles? ¿ y qué tan profundo?

Seguí pensando en eso hasta que caminé por la iglesia San José, curiosamente no estaba poblada de gente. Miré a la zona superior, donde están los picos de esta bella iglesia, y exclamé no de una manera muy bulliciosa, Jesús, todos se acuerdan que tú eres amor, pero te ignoran cuando recuerdan tu sacramento de matrimonio. No voy a negar que sonreí diciendo eso. Pero todo acabó cuando iba a seguir mi camino a casa, una chica en la puerta cerrada de la iglesia, sentada, y llorando a vivo llanto.

En un principio la iba a evadir, es más, la pasé, sin interesarme por su pena, pero tras diez pasos, volví atrás, era una chica bastante simpática, pelo negro ella, clara de tez, bien vestida, y con los ojos tan rojos como alguien que vive dentro de una piscina de cloro. Me paré al frente de ella, y dudé si hablarle, el solo hecho que sea simpática me ponía una barrera para hablarle.

Tripas corazón, necesité coraje para lanzarle las primeras sílabas. ¿Estás bien? Pregunté.

Ella seguía llorando, con su manga derecha en sus ojos, y con su mano izquierda alejándome. Le pedí que me disculpara, que no me iba a retirar, no es común ver a alguien llorando en la puerta de una iglesia, y agregué que por su pinta tampoco creía que ella venda caramelos domingueros. Como ya estaba metido con ella, solo atiné sentarme a su costado. Y nuevamente le pregunté, ¿qué pasa?

Ella me miró con sus ojos rojos, suavicé mi mirada,  y entró en llanto un par de minutos más; suspiró, inhaló y exhaló el aire. Ella me dijo que estaba pasando el peor San Valentín de su vida, no lo dudo, le dije, pensaba yo era el peor perdedor, pero … ahí no más dejo mi comentario, pero por favor, dime que pasa, te invitaría un café, pero todo está lleno.

Ella me negó la invitación con una simpleza única, me miró de pies a cabeza, y atinó a decir, que no me iba a aprovechar de su tristeza; le dije que no sea viva, por no decir pendeja, que no era mi intención, por favor dime qué es lo que pasa, le insistí. Ella alzó su dedo, hacia el parque San José que está al frente de la iglesia. Mira esa banca, allá está mi enamorado.

Miré bien, hacia donde su dedo apuntaba, vi a un tipo en una banca en arrumacos con una chica, le pregunté, ¿es él tu enamorado, o tienes una relación abierta? Ella me dijo que no me haga el idiota, supuestamente él debería estar en Pucallpa con su familia, pero no, está ahí con una trampa. Y volvió a llorar tremendamente.

Me levanté de su costado, titubeé bastante sobre qué decirle, le pregunté si ya se había acercado, ella me respondió siempre fastidiada, que él ni siquiera sabía que ella estaba ahí, sino ya se hubiese ido, que no me haga el idiota, y piense más en mis preguntas.

Ese último insulto hizo que me pare, la miré y le dije, este idiota te va a ayudar, y crucé la calle. Ella me quiso detener sujetando mi camisa, me solté de una manera brusca, no gritaba porque no quería ser notada.

Crucé la pista, y me acerqué al tipo, le dije, buenas noches, no quiero interrumpirlos pero debo, no me conoces, y yo tampoco, no sé pelear, pero puedo conversar, en fin, ¿no deberías estar en Pucallpa?

Él me miró, y me preguntó quién yo era, sólo un huevón que se cruzó con alguien que está llorando en la calle, le respondí. Miré a su acompañante, era menos agraciada que la chica que lloraba en la iglesia, le pregunté si era consciente que era una trampa, qué chucha te importa huevón de mierda, lo cual me hizo saber que en verdad era consciente de ser la otra, volví a mirar al pata y le dije que esa boquita es amarga, porque no es de caramelo, el tipo se levantó, y me cogió de la camisa, me dijo por qué mierda te metes en huevadas que no son tuyas, le dije que era un pobre idiota, si vas a trampear no lo hagas en cualquier calle, mira hacia atrás tuyo, y verás que no puedes dejar a una chica así, este día es absurdo para los hombres, pero a ellas quizás les significa algo, la chica de la iglesia seguía llorando sentada, el tipo me dijo qué mierda había yo hecho, no he hecho nada, solo te vine a decir que acabas de terminar tu relación. Y me soltó.

¿Cómo puedes hacer esto? ¿Cómo puedes ser tan egoísta? ¿Por qué mentir? ¿ No pudiste aguantar hasta mañana a estar con la trampa? Ella es simpática, quizás algo ruda, y apasionada,  qué pendejada, tú tienes a alguien llorando por ti, alguien que le puedes dar una flor, y dar felicidad, lo hubieses hecho. Mira esa imagen, llorando frente a la iglesia. Le reproché.

A ti no te interesa esto, sapaso, yo no la quiero, y se lo iba a decir ni bien regresara de mi supuesto viaje, tampoco soy tan basura, no le voy a cagar el catorce…lárgate huevonaso, no tengo que darte explicaciones, voy a empezar a sacarte tu miseria si no te vas.

Solamente voltea a mirarla, sé hombre y díselo, acaba bien, ya la cagaste, díselo, y … y… carajo, díselo! Le grité.
El tipo volteó a mirarla, ella se iba acercando, y le dijo, no te acerques, me acuerdo el momento totalmente claro, a pesar que estaban a más de 70 metros, sus miradas se cruzaron de manera perfecta, como si un hilo estuviera perpendicularmente al suelo, como si los atara.

No te acerques por favor, no te quiero, me cansé de ti, no te siento compatible, no quiero tus problemas, no actué bien, y sería bueno, que dejes de caminar hacia mí, nada bueno va a salir de esto. Lo siento, no puedo más con nuestros problemas, y hasta acá quedó esto. Le dijo el tipo de manera autoritaria.

De repente, volteó para darme un golpe, lo evadí sacando una agilidad que no me conocía, y en ese acto, unas llantas sonaron, la amante del tipo gritó, volteé hacia la chica de la iglesia, y estaba ahí parada al costado de una camioneta, que le tocaba el claxon, el chofer bajó a gritarle, pero ella no hacía caso, se había percatado que el hilo que la unía a ella y a su ahora ex enamorado se había cortado, desde el momento que él volteó para lanzar el puñete.

El chofer seguía gritando, y ella se dio media vuelta, subió a la vereda de la iglesia y desapareció en las calles contiguas,loca de mierda, gritó el chofer mientras subía a su carro. Los tres que estábamos en el parque la seguimos con las miradas, el ahora ex enamorado me miró con bastante ira, le pidió a la chica con la que estaba  que se tomara un taxi, que iba a terminar su tema, la chica le pidió para el pasaje, y él no tenía sencillo; saqué diez soles, y se lo entregué a la chica.

Sé que no debí meterme, lo siento, pero al final, las cosas tienen que terminarse de la mejor manera, a lo mejor no eres tan cretino como quisieras parecer. Le dije. Piérdete imbécil, me respondió, mientras se iba siguiendo a la chica de la iglesia.

Me senté un rato en la banca donde estos amantes hace unos cuantos minutos estaban, pensaba en que nunca tuve un momento de San Valentín en mi vida, este tipo hasta pudo darse dos si lo deseaba,  quizás por eso me metí, no por hacer bien al prójimo, sino por envidia, porque yo siempre soy un impar todos los catorce de febrero.

Aunque a veces pienso que sólo quería joder a alguien por el mal humor que este día me trae.